24 marzo 2009

TU 'EXTIMIDAD' CONTRA MI INTIMIDAD

Esta mañana he leído un artículo en El País que me ha llamado mucho la atención. El reportaje de la sección "vida&artes" se centraba en el cambio sufrido en el concepto de 'privado' con el auge de la telerrealidad y la Web 2.0. Ello se plasma en los más de 13 millones de españoles con perfiles en redes sociales (y van aumentando a un ritmo del 20%) o en las parrillas televisivas, donde los "reality shows" van cobrando mayor protagonismo.

En la actualidad, estamos en un momento en el que dicho fenómeno deja de ser una novedad y pasa a convertirse en un nuevo concepto de intimidad, o "extimidad" como señalan algunos expertos. En los últimos dos siglos la intimidad era aquel espacio que el individuo se reservaba para sí mismo, era aquello que verdaderamente definía al individuo y era aquello a lo que era difícil llegar. Ahora las cosas han cambiado, los aspectos íntimos se 'cuelgan' en páginas como blogs o redes sociales, se comparten fotos, experiencias... con el resto de 'amigos'. El individuo se construye y se define en función de lo que el resto ve de él; la intimidad es tan importante para definir lo que somos que hay que mostrarla.

Sin embargo, hay cietos indicios que nos llevan a preocuparnos. Un ejemplo es el de la desaparecida Marta del Castillo. Al igual que muchos adolescentes, la joven poseía un perfil Tuenti en el que tenía una red amigos. Tras su desaparición, los usuarios y los medios de comunicación se apoderaron de todas sus fotos, comentarios, conversaciones privadas... y fueron publicados y usados con tintes de 'morbo'. La situación se complicó tanto que la justicia ordenó la anulación del perfil. Otro caso, igualmente inquietante, es el de la ex-concursante de Gran Hermano Jade Goody, la cual vendió su boda y el final de su vida (padecía de un cáncer terminal). ¿Cuál es límite de esa "extimidad"? No nos vemos capaces de responder a esa pregunta; el problema es que la demanda por parte de los usuarios no cesa y cada vez las empresas deben esforzarse por mantener esa expectación. Quizá podríamos concluir que la intimidad en el siglo XXI se haya convertido en una especie de adicción.

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